lunes, 23 de septiembre de 2013

La Copa del retorno

5:15 de la madrugada. La música empieza a sonar pero no viene precisamente de alguna de discoteca. “Qué hora más indecente” pienso en cuanto apago el aparato. A pesar de ello el sueño se esfuma rápidamente. Hay ganas de coger el bus.
Al llegar a la estación de autobuses todos están ya allí, con su polo verde del club exclusivo para la Copa de Europa. Cómo no, yo no lo tengo, así que voy dando la nota. Cómo no…
Empezamos el viaje y después de la media horita de toma de contacto en el autobús el silencio invade el lugar. Creo que los entrenadores ponen estas horas de salida para que no, dicho finamente, les demos mucho por culo durante el viaje.  Así que durmiendo estuvimos hasta llegar al aeropuerto de El Prat, donde, al bajar, ya íbamos todos debidamente uniformados con nuestro polito verde.  Ya en la zona de embarque y tras el típico comentario made in Destino Final nos subimos al bicho con alas para volver a recuperar otras dos horitas de sueño hasta llegar a Viena, para después afrontar las dos últimas horas de autobús hasta Brno.
Una vez allí la primera frase fue “hostia que frío” y la segunda “vaya mierda de comida”. Así que tras estas dos puntualizaciones sobre la República checa, una cenita y la reunión técnica, decidimos irnos a dormir a ver si al despertar el paisaje tristón y gris se convertía en  un idílico lugar con margaritas en suelo, arcoíris en el cielo y señoritas bailando por los pasillos con sujetadores de cocos. Lógicamente me llamaríais cocainómano impulsivo si os dijera que vi eso al despertarme así  que simplemente os diré que salió el sol.
Con buen ánimo nos fuimos hacia la pista, donde ya habían empezado las pruebas. Y al llegar, sorpresa: de ocho participantes vamos quintos en la clasificación por puntos empatados con los sextos. Pasamos a hablar de las previsiones de podio a bromear con el descenso (séptimo y octavo). Risas y cachondeo tenso en la grada. Por fortuna, empezamos a conseguir buenos puestos en las siguientes pruebas hasta meternos, ahora sí, en la lucha por el metal. Los turcos eran líderes a un mundo de distancia, pero los ingleses y checos que eran segundos y terceros estaban a unos pocos puntos. La cosa se ajusta y cada vez queda menos para mi prueba, es la última antes de los dos relevos.
Toca dejar la grada en la que casi todos los compañeros ya han cumplido y ponerse a calentar. Concentración y nervios dando las primeras zancadas. En los 15 minutos de rodaje se me pasan muchas cosas por la cabeza. Es un momento clave a la vez que difícil. Hace mucho que no compito, menos en la pista y todavía más que no me siento cómodo corriendo, que no tengo seguridad. Tampoco sé cómo van a responder las rodillas… Tengo ese puntito de inseguridad. Pero para hacer frente a eso tengo dos cosas: muchas ganas y optimismo. Sé que la preparación es buena y que hay que confiar en ello. Me pongo los clavos y a la pista, hoy hay que volver.
En la línea de salida ya ficho a los dos rivales que están un punto por encima: el inglés y el turco. Efectivamente se da el pistoletazo y ambos se marchan a un ritmo de miedo. Me quedo detrás, en el grupo, hasta que cuando llevamos 400 metros el inglés le pide el relevo al turco y no se lo da, así que aflojan y enseguida les cogemos. En vez de parar y ponernos a su ritmo, seguimos a la velocidad que íbamos, a 3’10min/km más o menos. Continua en grupo la carrera hasta el 1.500, momento en el que el inglés vuelve a apretar y el turco se va con él. Yo voy muy bien, estoy genial, pero por miedo a pinchar y que luego me cacen los del grupo perseguidor prefiero quedarme, prefiero medirme al checo, ya que son los que están ahora mismo justo por detrás nuestro. Sigo tirando yo a un ritmo cómodo y, a falta de 900 metros y aprovechando el aire favorable, hago un cambio de ritmo. Enseguida sé que a ese ritmo no van a poder aguantar y no miro hacia atrás, tiro y tiro hasta que dejo de escuchar respiraciones ajenas. Me encuentro a gusto corriendo. Por fin a gusto. Sigo a un ritmo fuerte y veo que el turco no va muy fino, así que al paso por el último 400 aprieto un poco más pero ya está muy lejos. Cruzo la meta.
Me gusta volver a decir que no soy capaz de escribir los momentos  posteriores al final de la carrera. Tener esa sensación de decir “hola estoy aquí”, de decir “valió la pena perderse las fiestas del pueblo”, decir que estás ahí metido otra vez, decir que el sacrificio dio su resultado. A partir de ese momento empezaron a brotar margaritas en el suelo, salió el arco iris y aparecieron las señoritas de los cocos.
Al llegar a la grada solo quedan los relevos por disputarse y las posiciones no están del todo claras. Hay dudas en la clasificación y no sabemos ciertamente como vamos. En principio el tercer puesto es nuestro con 6 puntos de ventaja sobre los checos que van cuartos. Se disputa el 4x100 y ganan los checos. Ay. Entramos muy atrás. Minutos después la última prueba, el 4x400. Los checos empiezan fatal pero empiezan a remontar y en la última recta vienen fuertes. Los ingleses se quedan retrasados pero en los últimos 5 metros el checo nos adelanta. Nadie sabe nada. Empiezan las fotos de las entregas de medallas individuales y no sabemos si poner cara de terceros o cuartos. Finalmente confirmación: somos terceros. Los checos se han quedado un punto por detrás nuestro y los ingleses uno por encima. De infarto.
Objetivo conseguido. Tanto por equipos como en mi caso individualmente. Un metal que sabe a retorno y trabajo bien hecho, y que da mucha pero que mucha motivación para seguir apretando y buscar nuevos objetivos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario